Veto inconstitucional

¿Imaginan dónde estaríamos si Suárez hubiera vetado al PCE, tan alejado ideológicamente de él?

Carlos Santos Moreno
Carlos Santos Moreno

Durante la Semana Santa de 1977, mi familia no asistió a ningún acto religioso,  ni a ninguna procesión; no acudieron a oficio alguno ni rezaron ante ningún altar; no era costumbre. Sin embargo, aquella semana, para parte de mi familia, fue digna de santificar. El sábado santo, con  nocturnidad y alevosía, dirían muchos, y con oxígeno de creencia en la nueva libertad, pensarían muchos otros, Adolfo Suárez legalizaba el Partido Comunista de España. Aquella decisión no fue tomada a la ligera; meses antes, el presidente le había pedido algunas concesiones a Santiago Carrillo (como presidente del partido a legalizar), que este tuvo a bien intentar cumplir. En eso consiste la negociación, se sentaron en casa de un testigo imparcial y llegaron a un acuerdo; los dos se jugaron mucho con aquella decisión; Suárez tendría que lidiar con parte de su partido y de la derecha española y, lo más peligroso, con un ejército que aún miraba al franquismo. Por su parte, Carrillo puso en juego su credibilidad para convencer a mucha gente del PCE y poner en jaque su propio futuro político.

Aquella determinación del presidente supuso la antesala de nuestra Constitución actual. Como todos sabéis, en las negociaciones de la carta magna tuvieron cabida todas las ideas políticas. Ese fue el éxito de Suárez, ese fue el mérito de la Constitución Española de 1978: el consenso se fraguó entre todas las ideologías, a pesar de las muchas reticencias entre ellas; dato importante, teniendo en cuenta que se venía de casi cuarenta años de dictadura. Se puede debatir sobre los acuerdos que se tomaron, sobre las oportunidades que se malograron, sobre la necesidad de reformarlos y adaptarlos a la actualidad democrática… pero lo que no se puede discutir es la hazaña de su construcción. Se puede decir que estaban todos los que estaban, y todos tuvieron que exigir y que ceder; así se negocia, partiendo de tu posicionamiento y suavizando tu postura para llegar a acuerdos.

Es curioso, la Constitución se aprobó en el Congreso de los Diputados con la abstención o voto en contra de la mitad de los diputados de Alianza Popular (actual Partido Popular); hoy, sus sucesores están más a favor de ella, al menos en teoría. Y digo en teoría, porque me cuesta entender la defensa en palabra de la ley más importante de nuestro país, mientras que en la acción, se le falta al respeto o se incumple premeditadamente. Hay muchas razones para explicar este incumplimiento inconstitucional, pero el que  me parece más peligroso es negarte a una negociación, por vetar de uno de los interlocutores, constitucionalmente electo y, por ello, parte legal del juego democrático. No cumplir con tus deberes constitucionales,  amparándote en el veto a un miembro, o mejor dicho, a un grupo ideológico que gobierna en coalición, (gracias a la Constitución) es negar también la misma y sus principios.

¿Imaginan dónde estaríamos si Suárez hubiera vetado al PCE, tan alejado ideológicamente de él? ¿Cómo estaría España si Manuel Fraga hubiera vetado a Jordi Solé Tura, Peces-Barba a Herrero de Miñón o Miquel Roca no hubiera reconocido la legitimidad de Suárez como presidente? Quizás sea imposible contestar a esa pregunta, pero me parece que esa palabra que tanto he nombrado en esta columna y que garantiza nuestra democracia, no existiría en nuestro país. Reformarla es necesario y hasta constitucional; negarse a cumplirla, señores del PP es ilegal y extremamente arriesgado.