BABEL

Las lenguas, como las especies, desaparecen si no les dispensamos los cuidados convenientes. Esto es un hecho incontestable.
Jesús Pino Jiménez
Jesús Pino Jiménez

Las lenguas, como las especies, desaparecen si no les dispensamos los cuidados convenientes. Esto es un hecho incontestable. En estos precisos instantes, de las más de seis mil  que existen en el mundo, hay más de una en serio peligro de extinción y es una pena que esto ocurra, ya que, cuando una se pierde, se pierde también con ella toda una cultura y una visión particular del mundo. De todos los casos que conozco como filólogo, me llama mucho la atención el del dálmata, una lengua romance hermana del castellano y del catalán que se habló en la antigua región de Dalmacia, más o menos la actual Croacia. Parece ser que era una  mezcla entre el italiano y el rumano y que fue usada por muy pocos hablantes. Sabemos incluso el nombre del último de ellos. Se llamaba Tuone Udina ( Antonio Udina) y era de profesión barbero, burbur en dálmata, que es el apodo con el que se le conocía. Poco antes de morir, en 1898, dejó un testimonio de esta lengua que estaba a punto de desaparecer a un lingüista. Comentan los expertos que no es muy fiable, porque el pobre Antonio ya era muy mayor, transmitía sólo lo que había oído a sus padres y además tenía problemas con los dientes que le impedían una correcta pronunciación. Tiene que ser curioso saber que eres el único depositario de un tesoro cuya existencia peligra. Las lenguas también, aunque es muy trabajoso, resucitan, y en este sentido el ejemplo del hebreo me parece espectacular. El idioma de los judíos dejó de estar vivo desde el siglo II d C y sólo se mantuvo como instrumento para la liturgia y para las celebraciones religiosas. Aunque no sea técnicamente lo mismo, su situación era parecida a la del latín, que dejó de ser una lengua hablada en la Edad Media, pero se mantuvo como lengua oficial de la Iglesia Católica durante siglos y yo mismo he comprobado cómo mi padre se sabía largas retahílas eclesiásticas en ella que evidentemente no entendía. Pues bien, en el siglo XIX un estricto nacionalista, asociado al movimiento del sionismo, se empeñó en una cruzada personal con la que consiguió que al final el hebreo se convirtiera en la lengua oficial y viva del actual estado de Israel. Se llamaba Eliezer Ben- Yehuda y debió realizar una tarea hercúlea para lograr su propósito. Este del hebreo es un fenómeno único, pero demuestra que con esfuerzo una lengua, incluso desde la UVI, se puede recuperar. Convengamos, pues, en que las lenguas, todas, tienen que ser tratadas con mimo y protección para que no tengamos que lamentar su pérdida, pero estemos de acuerdo también en que no podemos hacerlo a cualquier precio y en que no nos debemos saltar la legalidad, no nos vaya a pasar como a esos catalanes desnortados que se atreven a amenazar a una familia que reclama sus derechos ni vayamos a caer tampoco en la politización barriobajera que todo lo enturbia. Necesitamos una epidemia, pero de entendimiento, para invertir entre todos el famoso mito bíblico, para que entre todos, sin soberbia, construyamos un país digno de tal nombre. Seamos prudentes en las fechas que nos esperan, disfrutemos con sensatez y recuperemos el espíritu constructivo. Así sea. Bon Nadal, Eguberri on, Bo Nadal, Feliz Navidad para todos.