El miedo es una sensación angustiosa que nos ha servido como especie para sobrevivir y poder evolucionar en este mundo salvaje. Es una emoción que surge ante la percepción de un peligro, real o supuesto, que puede darse en el presente, avanzarse desde lo aún no ocurrido o recordarlo del pasado. La respuesta más habitual ante el miedo es la huida, el no afrontamiento e incluso la negación. A tantos miedos, tantas huidas. Cada miedo podemos decir que tiene su huida. La menos habitual de las respuestas, humanamente, es la de empatizar con nuestros miedos, la de hacernos amigos. Así por ejemplo, el miedo al fracaso suele devenir en falta de persistencia, de atrevimiento, siendo ambas una forma de huida. Curiosamente, el miedo al éxito diría que provoca idéntica procrastinación.
A las puertas de cumplir un año de la mayor pesadilla jamás vivida por la inmensa mayoría de nosotros, si salvamos los periodos de conflictos armados, he de reconocer que el miedo me ha recorrido y me sigue recorriendo el cuerpo estos días.“El miedo es libre” y por ello no hay que avergonzarse jamás de él. Eso sí, hay que aprender a controlarlo e incluso dominarlo. No queda otra. Y en esto que dicen los expertos que la maldita pandemia está instalando en nuestras vidas nuevos miedos, fobias antes inexistentes.
Como todo lo viejo tiende a la extinción, casi que solo merece la pena comentar sobre el nuevo miedo que me ha sobrevenido: el que le tengo a los políticos que nos están gobernando en estos tiempos. Opinable por supuesto la Política es, como diría el maestro Yoda, más el sentimiento es inevitable.
No es un miedo irracional. Pocas cosas más racionales encuentro en medio de este surrealista episodio de nuestras vidas. Miedo a la tétrica y pasmosa frialdad con la que tratan la tragedia que supone tanta muerte; miedo al que dice “que se ha divertido de Ministro” y abandona, tal y como estaba originalmente planeado, la tarea más importante jamás encomendada para irse de candidato en plan pacificador; miedo al cobarde que te envía una carta pésimamente escrita, a destiempo, para informar con ínfulas de éxito, de la apertura de un hospital que debió ser un plan de contingencia inmediato. O que tira constantemente balones fuera, obsesionado con culpar a la Comunidad de Madrid de su patética no gestión.
Racional y objetivo. Un reciente y serio estudio sobre la gestión de la crisis, basado en la medición de múltiples variables y realizado por un organismo australiano, el Lowy Institute, sitúa a España en el puesto 78 de 98 países analizados. El 98 es el peor claro y no aparece China por falta de datos. Podría seguir argumentando con decenas de decisiones, comunicados y omisiones de esta caterva que nos gobierna, pero he decidido que voy a sentirme mejor enfrentándome al miedo mirándole de frente y combatiendo.