Mímesis.

Pensamos, ilusos, que estábamos, al fin, a salvo de manos alzadas al infinito redentor

Carlos Santos Moreno
Carlos Santos Moreno

Llegamos a creer que ya no existían. Pensamos, ilusos, que estábamos, al fin, a salvo de manos alzadas al infinito redentor; consideramos que éramos el oasis de la creciente Europa reaccionaria; supusimos que la libertad había limpiado las cloacas de nuestro pasado. Nos dormimos y ese despiste se convirtió tan sólo en el rumor de un mal sueño en noches de duermevela y pesadilla.

No obstante, ahí estaban camuflados. Habían adptado discursos menos sangrientos, mimetizaron sus aspiraciones de todo ahogarlo, para adaptarse a un nuevo tiempo que nunca les satisfizo. En público, alababan una moderación neoliberal, que después les hacía vomitar en los váteres de su intimidad. Allí, en sus círculos de pavoneo, maldecían a los cobardes de derecha débil y a los comunistas de verbo social e igualitario, y añoraban vetustas épocas de rancio olor. Herencias de dedo acusador que han pasado de generación en generación, como el nombre del primogénito o los gemelos del bisabuelo.

Su discurso estaba latente en nuestras calles, como esas viejas cicatrices que nos pican en días de mal tiempo y que nos recuerdan que una vez estuvimos rotos; de vez en cuando oíamos proclamas casi ininteligibles ya en nuestro presente democrático, lejos de aquella España que tanto desean recuperar, aquel país del miedo y de la pobreza. Y estallaron en caballos libertadores con el insulto y la mentira por espada. Y lo peor no es que hayamos caído en las faltas que el resto de Europa y del mundo, permitiendo que se extiendan ideas dictatoriales. Lo que más asusta es el fracaso de la educación en la convivencia democrática, en el respeto a las libertades. La hegemonía de la verdad y el miedo a lo diferente, crea fronteras en la mente difíciles de cruzar.

Pero, salimos a las urnas y dijimos no. No queremos pestilentes y decimonónicos discursos, no necesitamos salvadores ni inexistentes reconquistas. Dijimos, por otra parte, sí: a la libertad, a la democracia, a los derechos sociales, a vivir sin miedo. Salimos con la esperanza de no volver a esconder nuestra mirada limpia detrás de ninguna excusa.