
Sigo pensando que la lucha contra los bulos en la pandemia que vivimos es algo fundamental. Obviamente, el trabajo de la gente que nos protege y hace que el mundo siga “funcionando” es lo más importante; aun así, como comunicador que soy creo que una de las pocas cosas que puedo hacer en la situación actual es seguir luchando contra la desinformación.
Muchos españoles siguieron el pasado 9 de abril las palabras del presidente del gobierno en la tribuna de oradores del Congreso. Durante su discurso, Sánchez, dijo que la reconocida Universidad de Oxford otorga a nuestro país un 90 sobre 100 en relación a las reacciones tomadas durante la crisis del Covid-19. Seguidamente, el presidente, afirmó que este estudio nos convierte en la nación occidental con la puntuación más alta. Eso no es verdad. Y es que tan solo tenemos que seguir este enlace para poder consultar los resultados de la investigación. Nos daremos cuenta de que países como Francia o Austria cuentan con una nota de 95 y Finlandia con un 100 sobre 100.
En esa misma sesión del Congreso de los Diputados, la Portavoz del Grupo Socialista, Adriana Lastra, llegó a afirmar que todos los países occidentales fueron tardíos a la hora de aplicar el cierre total. Según Lastra, en España pasaron 6 días desde que se conoció la primera muerte por coronavirus hasta la clausura del país. El problema es que la portavoz se olvida de mencionar que ni en Austria, Grecia, Polonia, Hungría o Portugal hizo falta que pasara ni una sola jornada para aplicar el cierre total.
El problema viene a la hora de pensar que la información que nos da el propio gobierno de un país es otra enorme fake news más. Entonces… ¿en quién podemos depositar nuestra confianza? Como ciudadano, esperas que las instituciones no quieran tomarte el pelo, ya que tienen deberes más importantes que cumplir en estos días que corren. Sembrar el desconcierto y autojustificarse no muestra respeto alguno por las miles de víctimas que se ha llevado por delante este virus. Pues, al fin y al cabo, lo último que necesita una nación bajo estado de alarma es una clase política que intenta autocompadecerse a través del sesgo de la información.