Patatas con sabor a huevo frito

Ni en mis mejores sueños me habría imaginado que una almendra pudiera tener ubres y se la ordeñara para extraer su leche.
Patatas con sabor a huevo frito
José Miguel García Conde
José Miguel García Conde

Voy al Mercadona que está cerca de casa y observo que en uno de los estantes hay un frasco de cebollitas con sabor a anchoa. Me pregunto cómo hemos llegado a esto, cómo es posible que unas cebollitas tengan sabor a una puta anchoa. Este mundo se va a pique y no tiene solución. Nos hemos empeñado en cambiarle los sabores a las cosas, en adornarlo todo de tal manera que ya nada sepa a lo que originalmente sabía. Todo es confuso. Patatas fritas con sabor a huevo frito; hamburguesa de calabacín que recuerda a una ternera gallega, apta para veganos; jamón cocido que tiene de todo menos jamón; cerveza que sabe a mojito; leche de soja; leche de almendra; leche de avena. Ni en mis mejores sueños me habría imaginado que una almendra pudiera tener ubres y se la ordeñara para extraer su leche. Los expertos en la nueva cocina emplean el término ”trampantojo”, para referirse a un plato que nos engaña a la vista, haciéndonos creer, por ejemplo, que estamos comiendo un bocata de calamares cuando en realidad estamos engullendo unas lentejas con chorizo. Nadie se para a pensar que si uno compra un tomate en la frutería lo mínimo que se le pide al tomate es que sepa a tomate. Si quiero comer un huevo frito pues me lo hago en la sartén y no voy a un supermercado en busca de unas patatas fritas que sepan a huevo frito. Llegará un día, no muy lejano, en el que un beso ya no sepa a beso, sino más bien a cebollitas con sabor a anchoa; al tiempo.