A la hoguera

Ya ni os cuento si a alguien le da por decir que no cree en las vacunas o en la COVID, que es terraplanista, que cree que el feminismo es casi tan malo como el machismo
José Miguel García Conde
José Miguel García Conde

El ser humano es un animal racional que se comunica con los demás seres de su misma especie mediante el lenguaje. Al menos, eso afirman los libros de consulta, los tratados de biología, e incluso la Wikipedia. A esto habría que añadirle que en los estados que se autodenominan democráticos, hay libertad de expresión, es decir, que cualquier persona puede decir lo que se le pase por la cabeza siempre y cuando no ofenda la integridad de nadie. Esta es la teoría maravillosa del mundo irreal en el que vivimos, ya que ni el ser humano es un animal racional, y que me perdonen los animales, ni tiene libertad de expresión.

No hay más que ver la censura, mejor dicho, la autocensura con la que convivimos todos los días. Si alguien dice públicamente en redes sociales que odia a los gatos, la gente es capaz de retirarle el saludo o incluso mandarlo al ostracismo. Ya ni os cuento si a alguien le da por decir que no cree en las vacunas o en la COVID, que es terraplanista, que cree que el feminismo es casi tan malo como el machismo, que no hay justicia en este país, que seguimos siendo racistas, que las drogas son buenas, y otras tantas afirmaciones de las que no soy partidario, pero que hay gente que está en su absoluto derecho a decir.

Ante las afirmaciones que van en contra de lo que piensa la masa, lo más fácil es quitarle autoridad, gritar a los cuatro vientos que es un loco, que es una desquiciada, que no sabe lo que dice. Lo peor llega cuando crean una campaña de despropósito a su alrededor, con hashtag incluido, y todo aquel que no retuitee esa campaña es sospechoso de opinar del mismo modo. Parece que viviéramos todavía en época de la Santa Inquisición, cuando se castigaba a las brujas, o cuando los nazis perseguían a los judíos o cuando los americanos buscaban debajo de las piedras a los comunistas. Triste es el tiempo de la palabra, pobre es el mundo en el que vivimos.