España

Lo que hoy en día llaman España, le pese a quien le pese, es el resultado del paso de distintos pueblos,  íberos, celtas, tartessos, fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, judíos, musulmanes, cristianos…

Somos el resultado de los amores vividos, el conjunto de los besos regalados, la suma de los corazones que nos han roto, el número de los libros leídos y la inmensidad de ciudades que hemos visitado. Del mismo modo que la patria donde nací, donde murió mi padre, donde vive mi mujer y mi hijo, donde mi abuelo trata de recordar, donde mi madre y mi hermano me abrazan, también es un retablo que configura las fronteras de mi país.

Lo que hoy en día llaman España, le pese a quien le pese, es el resultado del paso de distintos pueblos por esta funesta tierra: íberos, celtas, tartessos, fenicios, cartagineses, romanos, visigodos, judíos, musulmanes, cristianos… Todo un crisol de culturas, que enriqueció de un modo u otro a las gentes de por aquí, que configuró una identidad mestiza. Porque sí, aunque haya gente que rechace ese término, somos mestizos; por nuestra sangre caminan restos diversos, ecos de un pasado atroz, pero también plagado de belleza.

Echar pestes sobre nuestros antepasados, es echar pestes sobre nosotros mismos. La incultura es atrevida, y si uno se enorgullece de ello, es todavía peor. Aún hoy hay personas que se creen en poder de la verdad, que piensan que sólo somos el reflejo de un palio y una cruz, la imagen de un único recuerdo. Pero no olvidemos que una idea por mucho que se repita muchas veces no se vuelve más cierta; sin embargo, quien lo repite continuamente sí se convierte en más estúpido.