I can’t breathe

De las múltiples ventajas de nuestra época, amén de los avances médicos, la que más me intriga es la interconexión, la inmediatez y la globalidad. 
Juan José Gómez-Hidalgo
Juan José Gómez-Hidalgo

Junio de 2020. Llevamos metidos como en un túnel casi tres meses. Este túnel temporal tiene ya salidas esporádicas pero hemos de volver a él para protegernos. Cierto es que ya vamos viendo la luz y he de insistir en que la gran suerte es que nos ha tocado vivir este episodio en la segunda década del siglo XXI, no en 1918. Somos afortunados, privilegiados.  De las múltiples ventajas de nuestra época, amén de los avances médicos, la que más me intriga es la interconexión, la inmediatez y la globalidad de las comunicaciones y los efectos que éstas puedan tener, tanto positivos como negativos. Uno de esos efectos, creo que más negativo que positivo, es la politización de todo, efecto más exacerbado aún por el confinamiento. A falta de fútbol, actividad cultural, de ocio, tenemos Política hasta en la sopa. Política en los medios, política en las redes y política en nuestro entorno social. Apenas da tiempo a digerir nada. Recibimos las noticias y las consumimos como si de comida basura se tratara.

En apenas tres semanas hemos sido testigos impertérritos de sucesos que tal y como se han producido, demuestran lo deteriorada que está nuestra democracia. En pleno estado de alarma hemos visto a una ministra reconocer “off the record” que la baja asistencia a la manifestación del 8M fue motivada por el coronavirus y hemos sido testigos en directo de cómo el ministro encargado de nuestra seguridad, juez en excedencia, se cargaba de un plumazo el principio sagrado de la separación de poderes. Y mientras que aquí seguimos enfangados en la mentira, la manipulación, la propaganda, el populismo de los extremos, que nos están llevando a una cada vez mayor polarización y enfrentamiento social, de repente estalla en Estados Unidos una nueva ola global como consecuencia del presunto asesinato de un hombre de raza negra a manos de un policía criminal. En rituales poco espontáneos, vemos imágenes de gente arrodillándose, incluyendo a nuestros triunfitos en TVE, atendiendo a las consignas del adalid de los grupos de presión contra el racismo, Black Lives Matter.  Estos movimientos sociales transversales, cargados de gran legitimidad en su origen, tales como la lucha contra el cambio climático, el feminismo, la lucha contra el hambre, pretenden solucionar problemas globales que no se pueden solucionar localmente y de alguna manera están empezando a sustituir a las viejas ideologías clásicas, sobre todo de izquierdas, que debido a su fracaso necesitan agarrarse a nuevos paradigmas, de ahí que pretendan acaparar para sí estas nuevas formas de reivindicación.

Pues bien, la primera vez que oí el “no puedo respirar” en la tele, lo primero que pensé es que en Estados Unidos siguen sin resolver un viejo problema, que alguien está intentando manipular y llevarlo al resto del mundo no sé muy bien por qué, quizás para tapar otras penalidades. Lo segundo fue pensar de nuevo en los miles de personas que han muerto en España y en el mundo solas y sin atención médica y que muy probablemente también pronunciaron en sus últimos momentos la misma frase. Lo tercero fue pensar: ¿cómo puede ser que la terrible y lamentable muerte de un ser humano a manos de un policía criminal pueda desatar tal ola de solidaridad en el mundo justo ahora que sigue muriendo tanta gente a manos de una enfermedad aún no resuelta? Y añado: ¿cómo es posible que los medios no denuncien y se desaten las mismas olas de solidaridad por los miles de muertos que han ocurrido y siguen ocurriendo por ejemplo en Venezuela a manos también de la policía? A uno de los mayores genocidas de la historia, Stalin, se le atribuye una respuesta para este dilema cuando afirmó: “un muerto es una tragedia; un millón de muertos es una estadística”.

Más que intrigante, ¿verdad? En fin, ahora que vuelven las retransmisiones deportivas y el verano, seguro que la cosa se va a calmar algo, pero estemos atentos a futuros acontecimientos. Es vital que las banderas de la libertad sigan en pie.