Duro como el hierro .

En julio de 1903, echaba a andar el primer Tour de Francia, con un total de sesenta corredores y con una primera etapa, nada más y nada menos, de 467 kilómetros.

Carlos Santos Moreno
Carlos Santos Moreno

En julio de 1903, echaba a andar el primer Tour de Francia, con un total de sesenta corredores y con una primera etapa, nada más y nada menos, de 467 kilómetros. En aquellos primeros años de esta dura carrera, los ciclistas tenían que enfrentarse solos a las adversidades mecánicas con las que se encontraban; entre los muchos sucesos, resulta curiosa la anécdota, cuando, en la edición de 1913 de la ronda gala, Eugene Chrispophe, siendo líder de la carrera, rompió la horquilla delantera de su bicicleta y la arrastró 14 kilómetros hasta la herrería de la localidad de Ste Marie de Campan, donde él mismo soldó la rotura – las reglas impedían que el herrero lo hiciera –  y continuó la carrera. Al final, después de haber perdido tres horas por el incidente, le penalizaron con diez minutos extras, porque un niño de nueve años le ayudó accionando el fuelle de la forja.

De éstas y otras historias heroicas, con ciclistas lesionados encima de la bicicleta, para terminar el periplo y no retirarse, está llena la historia del ciclismo; por estas y otras razones, admiro este deporte y a quienes lo practican, ya sea de forma profesional, ya sea de forma aficionada.

Durante estas semanas, estoy acompañando a mi novia por una apasionante vuelta por tierras toledanas, llamado Senda Viriato; es una competición que se lleva a cabo en diferentes pueblos de la comarca de Talavera de la Reina y transcurre por caminos por los que, en ocasiones, no me atrevería ni a transitar a pie. Es admirable, no sólo la valentía de estos corredores y corredoras para meterse por esas verdaderas trampas con la bici, sino el tesón, la capacidad de sacrificio y de esfuerzo ante su dureza, y el coraje con el que se levantan después de haber tropezado con algún grupo de traicioneras rocas, que parecieran puestas adrede, por el destino de la erosión, para hacerles caer. Cuando voy con ella, pienso que sería mejor quedarme en casa, por aquello de ojos que no ven… pero, el miedo se me pasa con su valor y con su pasión por un deporte que le da más alegrías que traspiés.

Por cierto, quiero reconocer y elogiar, desde estas líneas, a tantas poblaciones pequeñas que, de manera individual o en asociación con otros pueblos, organizan competiciones con una estructura envidiable y con una capacidad competitiva que no resta, ni un ápice, la convivencia entre participantes y acompañantes. Además de la carrera arriba mencionada, quiero destacar una iniciativa comarcal, denominada Juegos de la Comarca, donde una serie de localidades participan en diversos juegos y deportes, desarrollándose cada uno de ellos en un lugar diferente. ¡Enhorabuena a ellos y a todos los proyectos del estilo! Nos enseñan que ni todo es fútbol ni todo es élite. ¡Gracias!.