Sí es el momento.

Los que hemos hecho el Camino de Santiago, sabemos que, sobre todo, es un itinerario de convivencia, de superación y de descubrimiento interior y exterior.

Carlos Santos Moreno
Carlos Santos Moreno

Los que hemos hecho el Camino de Santiago, sabemos que, sobre todo, es un itinerario de convivencia, de superación y de descubrimiento interior y exterior. Por el camino del Norte se deambula por bosques, playas, silenciosos pueblos y localidades con mucha vida. Pero, no siempre se topa el peregrino con sorpresas agradables; en el pueblo gallego de Vilalba, me encontré con mi lado más macarra e hice, por primera y única vez en mi vida, una sonora peineta. Paseábamos por el parque de la Alameda y alguien indicó que Manuel Fraga había nacido allí, mientras señalaba un busto de bronce. No me lo pensé; esperad un momento, les pedí. Me acerqué, le miré tranquilo y, mientras le hacía el soez gesto, dije con total serenidad: esto es por mi abuela Martina.

Estamos viviendo tiempos peligrosos para nuestro país; y se avecinan nubarrones en el horizonte del bienestar, aunque nuestros políticos parezcan una jauría que sólo mira hacia su propia idea de un estado que les necesita más que nunca y al que acuden sólo para desgarrar las ideas contrarias. A pesar de todo, una noticia, que no gusta a casi nadie, me ha producido una inmensa dicha y me ha traído una paz que no nace de mí, sino del dolor ahogado que, algunas veces, vi en mi abuela Martina. A mi generación no le afecta estas decisiones, ni entiende la importancia, hasta en muchos casos, le molesta, que se limpie de suciedad nuestra desmemoriada democracia. Nos es el momento de estar en esas tonterías que no nos incumben, he oído en multitud de ocasiones durante estas últimas semanas. También opino que no es el momento, pues, creo que llega cuarenta años tarde. No tanto por mí, sino por mi abuela, porque ella se murió sin que nadie reparara tantos años de dictadura y de represión y muerte.

Por eso, sí, sí es el momento. Muchos no pudieron verlo, pero sus hijos y sus nietos sí contemplamos cómo aquel dictador con la voz armada de balas de paredón deja de tener honores públicos. No está todo hecho. Aún cientos de miles de españoles están abandonados en cunetas y pozos de horror. Los descendientes del dictador tienen donde visitarle. Los de aquellos desamparados no tienen un lugar digno donde llevar flores, sólo una memoria llena de rabia acumulada. No se trata de remover conciencias, sino de remover la tierra acumulada de olvido y seguir devolviendo los muertos a sus familias.

Hoy, mi corte de mangas ha sido a través de una amarga sonrisa de felicidad. Muchas gracias a los valientes que lo han propiciado. Que nadie se ofenda por ello. No, no ha sido por mí. He estado todo el día acordándome de Martina. Sí, mi sonrisa es en nombre de mi abuela.