Buenismo

Cuando éramos chicos, y ya hace mucho tiempo, al menos en mi caso, nos enseñaban que una de las máximas aspiraciones del hombre era intentar ser bueno.

Buenismo
Jesús Pino Jiménez
Jesús Pino Jiménez

Cuando éramos chicos, y ya hace mucho tiempo, al menos en mi caso, nos enseñaban que una de las máximas aspiraciones del hombre era intentar ser bueno. Te lo decían en casa tus padres, te lo repetían en el colegio los maestros, te lo machacaban hasta la saciedad los curas y todos los que te rodeaban, de una forma u otra, se esforzaban en que te creyeras esa intención y en que la pusieras en práctica de diferentes maneras: ayudando a los necesitados, siendo comprensivo con los que se equivocaban, mordiéndote un poco la lengua a la hora de criticar, repartiendo tus bienes exclusivos, mostrando respeto a todo el mundo … De un tiempo a esta parte, sin embargo, parece que se ha puesto de moda, especialmente entre ciertos sectores duros y seguros de sí mismos, el utilizar despectivamente el calificativo de “buenista”, aplicado a todos aquellos que titubean en sus decisiones, a los que prefieren la explicación al palo, a los que son partidarios de dialogar antes que de guerrear, a los que tratan de ponerse en la piel del otro, a los que buscan causas a la maldad, a los que desconfían de las supuestas bondades de este capitalismo salvaje, a los que creen que siempre hay tiempo para arreglar las cosas de otra manera, a los que realizan el sano ejercicio de dudar de sus propias convicciones, a los que, en suma, pretenden ser buenos sin ser tontos, igual que  cuando eran chicos, pese a que han tenido tiempo de comprobar, tal como decía el poeta, que la vida iba en serio. “No soporto a los buenistas” y otras por el estilo son frases recurrentes de estos días en que vivimos, olvidados, por desgracia, de aquel bendito refrán que nos enseñaban nuestras madres, según el cual se ganaba más con mieles que con hieles. Quizás a algunos de estos que lanzan el calificativo con desprecio les convenzan más otras actitudes más firmes: por ejemplo la de Trump, que no muestra el más mínimo asomo de duda en las barbaridades y mentiras que a diario comete; por ejemplo la de Putin, que se desembaraza de opositores con cualquier medio sin que le tiemble el pulso; por ejemplo la de Erdogan, que bombardea con seguridad a los kurdos; por ejemplo la de Torra, que tiene muy claro que todos sus paisanos piensan lo mismo; por ejemplo la de Vox, que sería capaz de resucitar al mismísimo Franco para que entrara a saco en Cataluña. Y, por ejemplo, otros muchos ejemplos. Pues a mí, qué quieren que les diga, no me parece que nos sobren en las circunstancias presentes unas cuantas dosis de ese denostado “buenismo” y no me resulta en absoluto inoportuno que todos intentemos, en el buen sentido de la palabra, como decía Don Antonio Machado, llegar a ser buenos, como cuando éramos chicos.