Polarización²

Todo lo que diga o haga mi tribu (partido, líder o medio) es la verdad y lo bueno y lo que dice o hace el contrario es lo peor per se
Juan José Gómez-Hidalgo
Juan José Gómez-Hidalgo

Menudo palabro. De cuando en cuando se ponen de moda y nos bombardean, a fuerza de repetir, con conceptos que antes habíamos oído más bien poco o casi nada. Uno de ellos es la polarización, término que como otros muchos de nuestra rica lengua, puede dar lugar a acepciones que incluso pueden parecer antagónicas. Así, si decimos que “el clásico polariza la atención del público”, estamos diciendo que concentramos toda la atención en ello pero si decimos “que la sociedad española está polarizada” queremos más bien hacer ver que estamos divididos, yo diría que hecha unos zorros. Hecho el preámbulo, vamos con ello: hablemos de la polarización política que nos asola.

Como sobre cualquier tema, hay escrito en abundancia así que lo difícil es separar el trigo de la paja. He aquí algunas conclusiones extraídas de las lecturas. Para empezar constatamos que no es algo que haya sido provocado por la crisis del Covid, más bien esta crisis lo está exacerbando y agravando. Curiosamente, en algunos países, los menos, está sirviendo para unir, pues los políticos de turno al mando y los oponentes han sido capaces de encontrar consensos sobre cómo abordar las políticas anti pandemia. El problema, como la pandemia, es global y está atacando sobre todo a democracias consolidadas. La polarización o división y la falta de diálogo vienen de atrás. Parece que las causas más unánimes son la gran crisis económica del 2008 que ha provocado sin duda mayor desigualdad social, la corrupción política que está provocando una gran desafección hacia la clase política y el auge de las redes sociales y medios digitales que han derivado en su uso diabólico por parte de los partidos y de una parte de la sociedad civil.

Para que lo entendamos todos de forma más clara, al final se traduce en que “todo lo que diga o haga mi tribu (partido, líder o medio) es la verdad y lo bueno y lo que dice o hace el contrario es lo peor per se”. Cualquier cosa que venga del contrario por el mero hecho de ser el contrario se critica y se vapulea, sin ningún tipo de análisis sobre si la acción es buena o mala. Existe también cierta unanimidad en que las causas mencionadas han facilitado el surgimiento de diversos populismos a ambos extremos de las tradicionales izquierdas y derechas.  Se constata y esto es sintomático que estos nuevos grupos políticos (a la sazón Vox y Podemos en España) son los primeros que iniciaron el uso profuso y perverso de las redes sociales como instrumento para polarizar, para tensionar, para dividir.

A partir de ahí, los propios medios de comunicación y los partidos tradicionales han entrado también en el juego; los unos dopados con ingentes subvenciones que contaminan aún más la limpieza del juego democrático pues ellos mismos aumentan la crispación tomando partido y los segundos, llevados por la necesidad de recuperar a los votantes que se fueron. Gran parte de la sociedad, en su mayoría jóvenes con tiempo, también ha entrado en el juego del “y tú más, porque yo y los míos somos mejores”... y el burro delante para que no se espante. El antiguo hooliganismo del fútbol se ha trasladado prácticamente a todo lo demás. Hoy en día te tomas una cerveza con una persona que piensa distinto y los que te consideran de los suyos te miran mal y lo que es peor, te ponen una cruz.

Es un fenómeno, un leviatán que se está retroalimentando a sí mismo y está poniendo en serio peligro a nuestras democracias occidentales dado que lo escalofriante es que la polarización política está llevando a una polarización social  y afectiva cada vez más acusada.  Si a esto le añades, como es el caso de España, que tengamos que sufrir a fuerzas políticas en el gobierno y aliadas que quieren subvertir el orden constitucional y  resquebrajar la unidad de todos los españoles, nos da entonces para elevar a doble potencia nuestra particular polarización.

Nadie sabe a ciencia cierta qué pasará en la era post-covid pero lo que es seguro es que por esta senda estamos abocados al abismo, sobre todo si la recuperación económica no llega. El cambio puede empezar por uno mismo