La Pelota y el Niño

Los animales del bosque o montaña pululando por las ciudades, en una especie de victoria.

La Pelota y el Niño
Juan Piombo Mendizábal
Juan Piombo Mendizábal

De 100 Km/hs a 0,  en 30 metros, buscando información en bibliografía del automóvil, he encontrado que algún modelo de Ferrari, Porche o Lamborghini logran este récord.  Si os digo la verdad, la sensación que tengo es esa, de haber estado montado en un bólido de éstos, ir muy rápido y en un instante un clavado a cero, como cuando se te cruza un perro o la pelota y el niño que viene detrás. El mundo en general ha quedo de punta, frenazo total, pasamos de correr por sus calles a encerrados en casa y con la mascota, es muy curiosa la sensación de la fuerza G para el humano corriente, porque un piloto, vale, está en ello…

Si vemos las ciudades vacías, la gente en sus casas, se me antoja imaginarme una especie de holocausto, sí, esto se asemeja mucho a la mentada guerra bacteriológica, la de las pelis, donde una potencia probablemente asiática está exterminando parte del planeta para someterlo y dada ciertas características, los atacantes tienen la cura y el material para protegerse, y todos les rinden pleitesía para poder ser beneficiados de dichos complementos de supervivencia, donde también se percibe el cambio abrupto del sentido del bienestar acostumbrado, para implementar otro tipo de regímenes y controles de distinta índole, donde solo se puede salir una vez a la semana, muy tapados y con los permisos necesarios para no quebrantar las leyes impuestas, un lugar sin legisladores, donde las normas son decretadas por el supuesto bien común. Pero todo esto es pura imaginación debido al encierro, un deliro por falta de libertad. 

En cambio lo cierto es que la naturaleza busca su espacio y vemos diversos animalillos sueltos de distintas especies, por las ciudades sin gente, sin coches,  sin aviones, sin fábricas o sea sin smog, la atmósfera con un aire que marea, un cielo azul nunca visto, un verdor en los árboles, un silencio majestuoso, que pareciera un castigo divino, o una esperanza humana de resurrección natural.  Ahora, si el frenazo adquirido es por el murciélago del chino, (que manda narices comerse eso, Dios…) tenemos merecido este colosal castigo, quiero creer que la naturaleza nos está dando un aviso, de cuidar y cuidarnos,  porque juro que no quiero creer lo otro, lo de la guerra digo, ya sabéis, que Dios nos bendiga.